La edificación actual es una pieza de gran interés, que recoge en sus entrañas otra aún de mayor valor; un antiguo convento subterráneo que fue excavado en la roca y que sólo unos pocos han tenido la oportunidad de contemplar, ya que fue cerrado en el siglo XVIII.
La historia se remonta al año 1556, cuando Mosén Melchor Ferre decide construir un monasterio para unas futuras religiosas. Se trataría de cercar el recinto y excavar en él un monasterio rupestre. El 10 de marzo de 1556, llegaron a Bocairent seis monjas procedentes del Convento de la Esperanza de Valencia, aunque no ocuparían el convento hasta el 10 de octubre del mismo año. El Monasterio-Convento se puso bajo a la advocación de la «Sacratísima Virgen María de los Dolores y de los Bienaventurados Reyes Magos». El año 1700 fue sellada la cámara rupestre, construyéndose el segundo convento, para dar paso en 1902 al actual monasterio.
La primera impresión del visitante cuando entra a la capilla es de sorpresa, al contemplar un recinto de 48 metros cuadrados bien conservado tallado en la roca, con su techo esculpido a modo de molduras con una gran precisión, diversas estancias comunicadas, una especie de gran campana-respiradero que sale al exterior (la gran chimenea troncocónica de unos 10 m de altura, estaba abierta en su parte superior), todo un conjunto rupestre perfectamente conservado.
En el interior del convento, los visitantes pueden contemplar la iglesia, utilizada por las monjas tal como estaba hasta el año 1700 y como lugar de oración hasta el año 1900.
Fruto de la austeridad de la época, las hermanas vivieron los veinte primeros años de fundación del convento en unas dependencias, como las de este convento, caracterizadas por la falta de luz solar y humedad.
Pasadas estas dos primeras décadas, las religiosas dejaron las celdas rupestres para vivir en la casa de Mosén Melchor Herrero, que al morir les dejó. Estas dos viviendas están justo encima del convento primitivo y se comunican subterráneamente.