La ocasión ha servido, además, para renovar las instalaciones del Museo arqueológico municipal ‘Vicent Casanova’ para acoger esta muestra completada con dos piezas procedentes del Museo de Alcoi ‘Camil Visedo Moltó’ aparecidas en el mismo yacimiento. Asimismo, la exposición irá acompañada de un variado programa de actividades para darle mayor relevancia si cabe a este retorno de uno de los vestigios más importantes del pasado de Bocairent.
Ubicación:
Museo arqueológico municipal ‘Vicent Casanova’ (plaza del León ibérico, s/n)
CRÉDITOS
Coordinación: Joan Castelló Cantó
Dirección Museo arqueológico municipal ‘Vicent Casanova’: Isabel Collado Beneyto
Guía Museo arqueológico municipal ‘Vicent Casanova’: Ana M. Campello Antón
Diseño gráfico y web: Alesc Comunicació
Fotografías:
Museo de Bellas Artes de Valencia
Museo arqueológico municipal ‘Camil Visedo Moltó’ de Alcoi
Ajuntament de Bocairent
Alesc Comunicació
Audiovisual: Documentart
Los íberos se extendieron a lo largo del litoral levantino de la Península Ibérica hasta el río Ródano (con desembocadura cerca de la ciudad francesa de Aviñón) y constituyeron una civilización marcada por dos épocas: una primera época de formación, con influencia orientalizante y helenística a partir del siglo VI a. C., y una segunda época de consolidación definitiva, que llegó hacia el siglo V a. C.
Desde el punto de vista político, los íberos nunca constituyeron una unidad sino que se organizaron en una especie de ciudades estado gobernadas por la aristocracia guerrera. Precisamente, esta aristocracia militar, junto a la de origen económico y tribal, constituía la cúspide de la sociedad.
Los guerreros formaban un grupo social muy amplio y practicaban la «devotio» ibérica, una institución basada en la adhesión a un jefe, a quien protegían y seguían hasta la muerte mediante suicidios colectivos. También se regían por el clientelismo, cosa que implicaba ponerse bajo la protección de un señor a cambio de servirlo. Igualmente, disponían del «hospitum», una institución mediante la cual un extranjero pasaba a ser miembro de una comunidad.
La economía íbera se fundamentaba en la agricultura, de regadío y con la intervención de animales de tiro, y, en menor medida, en la ganadería. La minería también tuvo mucha importancia para esta civilización, al igual que la industria textil de esparto, lino y lana.
La herencia de los pueblos peninsulares del neolítico y el influjo de griegos y fenicios forjaron la cultura íbera. En el ámbito religioso, ésta estaba caracterizada por un animismo mágico de la naturaleza y, en cuanto al rito funerario, hay que destacar la generalización de la incineración.
La llegada de los barcinos y los acontecimientos que se produjeron en la península Ibérica a partir del siglo III a. C. provocaron una lenta transformación socioeconómica y cultural en favor de las formas romanas.
Joan Castelló Cantó
Son muchos los lugares de la vertiente septentrional de la sierra de Mariola que conservan vestigios arqueológicos que nos informan de la ocupación humana de este espacio natural en diferentes momentos de la historia. En concreto, en relación a los íberos, podemos destacar los yacimientos del Cabeçó de Mariola (Alfafara-Bocairent), la Lloma de Galbis (Bocairent), el Cabeçó de Serrelles (Alfafara) y el Cabeçol de Sant Antoni (Bocairent).
Aproximadamente hacia los siglos IX-VIII a. C., una comunidad de campesinos y ganaderos eligió el Cabeçó de Mariola para fijar su residencia, trabajar los campos y aprovechar los recursos que ofrecía la sierra. Con el paso del tiempo, el poblado fue creciendo y se consolidó en época ibérica (siglos VI-III a. C.) como uno de los importantes poblados fortificados de altura que articularon el territorio de estas comarcas, con los que los íberos aseguraban la protección y el dominio visual del entorno.
Además del gran poblado del Cabeçó, en el corazón de la sierra encontramos un lugar destacado en las prácticas religiosas de los íberos: la Lloma de Galbis, donde se produjo el hallazgo del león ibérico. También se recogieron en las proximidades algunas cerámicas y piezas ibéricas que se relacionarían con el descubrimiento de la escultura.
Otro yacimiento arqueológico de singular importancia lo encontramos en el Cabeçó de Serrelles, a los pies del Cabeçó de Mariola. Allí se erigió una atalaya de vigilancia y, en un sondeo de hace algunos años, aparecieron vasijas cerámicas y, sobre todo, cerca de cuarenta proyectiles de plomo.
A partir del siglo I a. C., las fortalezas de altura se fueron abandonando para dar paso a un paisaje rural de asentamientos dispersos por los valles. Un asentamiento destacado se encontraría en el Cabeçolet de Sant Antoni, donde los restos constructivos y las cerámicas halladas nos llevan a pensar que habría un asentamiento de cierta relevancia habitado entre los siglos I y IV d. C.
Texto adaptado de: Grau, I. i Segura, J. M. (2015) «Els ibers a la Mariola», dentro de Programa de Festes a Sant Blai. Bocairent: Associació de Festes de Moros i Cristians a Sant Blai.
El león ibérico de Bocairent se encontró en el corazón de la sierra de Mariola, entre la fuente de la Malladeta y la de la Coveta, donde nace el río Vinalopó. El emplazamiento exacto corresponde a la llamada Lloma de Galbis, que constituye uno de los yacimientos íberos más importantes de la zona.
En la segunda mitad del siglo XIX, la pieza fue localizada de forma casual en una finca propiedad de Vicent Calabuig i Carra, en boca del cual el arqueólogo Enrique Pla Ballester expone las palabras siguientes:
«Apareció a mediados del siglo pasado para hacer una balsa, al pie de una colina (La Lloma de Galbis) donde nace una fuentecilla denominada La Malladeta, partida de la Sierra, próxima a la fuente dels Brulls, que da origen al río Vinalopó. Hallóse quebrada en dos grandes trozos y otro pequeño, y no pudo encontrarse el correspondiente a las patas delanteras. Parece probable que la rotura no fue casual, sino intencionada y costosa, pues la piedra es durísima, del país, llamada vulgarmente de la Cordillera o de la Solana.»
Desde entonces, el nombre de Vicent Calabuig i Carra se asoció a la historia del león ibérico. Este bocairentino, nacido en 1852, estudió filosofía y derecho en la Universidad de Valencia y ejerció como catedrático de derecho en Oviedo y en Valencia, donde se estableció definitivamente. Calabuig i Carra destacó como profesor, político, escritor y filósofo, pero el pueblo de Bocairent lo recuerda sobre todo por ser la persona que, en 1895, hizo donación de la escultura del león ibérico a la Real Academia de Bellas Artes San Carlos de Valencia, actual Museo de Bellas Artes San Pío V.
Joan Castelló Cantó
El león ibérico de Bocairent fue realizado en piedra caliza pardo-amarillenta en el siglo IV a. C. Se trata de una escultura zoomorfa exenta –destinada a ser vista desde todos los ángulos– que probablemente formaría parte de un monumento funerario de tipo pilar-estela. Dentro de la representación animalística ibérica, la figura del león tiene una doble función: guardar y proteger al difunto y facilitarle el tránsito al más allá.
Este tipo de monumento funerario se concentra principalmente en el sureste peninsular (Alta Andalucía y las provincias de Murcia, Albacete, Alicante y sur de Valencia) con una cronología que se extiende desde principios del siglo V hasta mediados del IV a. C. y es símbolo y expresión de la aristocracia íbera.
Cuando en 1895 fue donada a la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, la escultura estaba bastante deteriorada y se encontraba adherida por la base a un pedestal de cemento y ladrillo. Se hallaba fracturada en tres trozos y le faltaban las patas delanteras. En una primera intervención, estos fragmentos se unieron con anclajes de hierro y morteros de cal y cemento.
Años más tarde, fue sometida a una última intervención. El proceso de restauración, realizado en el Centro de Restauración del Museo de Bellas Artes de Valencia, consistió en la eliminación del pedestal de cemento y ladrillo; también se quitaron los elementos metálicos de hierro y los restos de mortero de anteriores actuaciones. Se le practicó un tratamiento biocida (sustancia química que se emplea para matar organismos vivos y detener su desarrollo), así como un proceso de limpieza y desalación.
La consolidación se hizo mediante la impregnación de una resina y el anclaje de las tres partes, con pernos de titanio y resina bicomponente, ya que los adhesivos de tipo bicomponente proporcionan uniones de alta resistencia y juntas estructurales. La parte interna de las fracturas se selló, primero, con mortero hidráulico y, posteriormente, con mortero de cal aérea, polvo de mármol y arena silícea. A su vez, la sujeción de la escultura por las patas delanteras se hizo de piedra caliza.
Isabel Collado Beneyto